No hay forma de negar que la telefonía celular protagonizó una de las transformaciones económicas y culturales más grandes del mundo en los últimos 30 años. Lo que empezó como la portabilidad de la telefonía se convirtió, a lo largo del tiempo, en algo mucho más significativo.
Los celulares evolucionaron al punto de ser considerados actualmente partes casi inseparables del hombre y la mujer modernos. Su papel como plataforma de información, comercio, pago y comunicaciones fue alcanzado de forma sólida e incuestionable -y ese proceso de evolución ocurrió a partir de dos caminos diferentes, pero relacionados: las redes (y sus respectivas tecnologías) y los equipos móviles, que tienen cada vez mayor capacidad de procesamiento y nuevos features.
En un primer momento, en la época de las señales analógicas y de la tecnología AMPS (Advanced Mobile Phone System), fabricantes como Motorola (¿alguien se acuerda del Startac, objeto de deseo en los años 90?) eran líderes del mercado. Luego, con la llegada del 2G y la digitalización de las señales, surgieron los europeos -Nokia y Ericsson- con el impulso de la enorme fuerza de mercado representada por el sistema GSM, que se imponía sobre estándares como CDMA y TDMA.
Ese liderazgo se mantuvo con el surgimiento de 3G, en el cual la comunicación de datos vía redes celulares comenzó a ganar una real relevancia comercial. En esa época, se lanzaron al mercado los primeros modelos de smartphone (¿alguien se acuerda del Nokia 9000 Communicator?), pero todavía era demasiado rápido para que el concepto realmente despegase, especialmente por las limitaciones del ancho de banda disponible y por la enorme escasez de aplicaciones disponibles en las plataformas cerradas ofrecidas por las operadoras en asociación con los fabricantes (el concepto Walled Garden, dominante en esos tiempos). También datan de esa época las primeras discusiones sobre sistemas operativos (Symbian, Windows CE y PalmOS), muchos creados para los populares PDAs, que todavía no integraban las funciones de comunicación de voz y eran desarrollos que corrían en paralelo al de los celulares.
Y así llegamos a ese momento crucial: 29 de junio de 2007. Desde ese día un producto cambiaría para siempre la manera en que vivimos: nacía el iPhone. La materialización del concepto de smartphone vendría a sacudir el mercado como una avalancha y cambiaría completamente -y para siempre- el escenario competitivo. Las plataformas, abiertas para desarrolladores independientes, permitirían que las aplicaciones disponibles se multiplicaran con una enorme velocidad, especialmente después del lanzamiento comercial, poco más de un año después, del sistema 4G, que finalmente posibilitaba la utilización de datos y aplicaciones de video, música y voz plenamente integrados. Se definía así un nuevo paradigma. Nuevos actores, como Samsung, al frente de los equipos móviles, y Google, con Android, por el lado del sistema operativo, serían los principales rivales de Apple de ahí en adelante. El mundo nunca más sería igual.
Y ahora llega 5G. Pero ¿qué significa realmente esa nueva generación de tecnología wireless? La realidad es que, cuando hablamos de transformación digital e intentamos entender los componentes conceptuales que están en su base, surgen temas como Data Analytics, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas (IoT) y Computación en la Nube.
Lo que a veces olvidamos es el papel fundamental de la conectividad en todo eso. Estamos hablando de volúmenes gigantescos de datos, recolectados de forma espacialmente distribuida y de sistemas que necesitan analizar estos mismos datos para ayudar en la toma de decisiones, muchas veces en ambientes críticos, en tiempo real.
5G es la tecnología de comunicaciones que permitirá exactamente ese tipo de propuesta de valor. Según muchos analistas, es la "espina dorsal de la transformación digital". Para las operadoras de telecomunicaciones, representa una enorme oportunidad y, también, un gran desafío.
La oportunidad está asociada a su capacidad de ofrecer servicios de alto valor agregado para los clientes corporativos (muchas veces, al frente de IoT), de sector público (Smart Cities) y también para sus consumidores finales (soluciones wearables, aplicaciones orientadas a la medicina y calidad de vida, control doméstico, etc.)
El desafío está relacionado a dos aspectos. El primero se refiere a un cambio radical de la arquitectura de redes: mayor capacidad de transmisión y menor latencia significan licencias en nuevas bandas de frecuencia y una infraestructura mucho mayor, una vez que el área de cobertura de las células disminuye radicalmente. El segundo, a la capacidad de diseño y construcción de esos mismos servicios de valor agregado, algo alejados del core de operaciones de estas empresas en la actualidad.
Logicalis se encuentra en el corazón de esta revolución, ayudando a las operadoras en la transformación y preparación de su infraestructura y, al mismo tiempo, desarrollando su actuación junto a las áreas de B2B de esas empresas, en alianzas para el desarrollo de servicios y proyectos para varias verticales que ya son objeto de nuestra actuación conjunta.
Un momento excitante en el cual Logicalis, con su compromiso con los clientes, su capacidad de innovación, ejecución y prestación de servicios tiene por delante el terreno perfecto para ejecutar su visión de ser el principal agente de la transformación digital de América Latina. Bienvenidos a una nueva aventura.